Faltan horas para que se celebre la segunda vuelta electoral de la que saldrá el nuevo presidente o presidenta del Ecuador, una elección atípica en la que las autoridades electas estarán menos de dos años en funciones, luego de los cuales Ecuador se enfrentará un nuevo proceso electoral. El presidente Guillermo Lasso Mendoza decidió acortar su período inmerso en una crisis con el Legislativo a través del mecanismo constitucional denominado muerte cruzada, que disuelve la Asamblea y hace imperativo llamar a nuevas elecciones.

Luego de la primera vuelta electoral en la que participaron ocho candidatos, incluido quien reemplazó a Fernando Villavicencio, el líder político asesinado por el crimen organizado, la decisión de los votantes determinó que los dos ganadores fueran Luisa González y Daniel Noboa, en ese orden. El ascenso de Daniel Noboa Azin sorprendió a muchos, ya que las encuestadoras no le daban una buena posición, mientras que la candidata González siempre había aparecido liderando el proceso. Noboa, de 35 años, capturó las simpatías de un electorado joven, así como las preferencias de quienes observaron con atención el debate presidencial y fijaron su atención en un candidato no estridente ni beligerante, sino más mesurado que sus contrincantes.

En esta disyuntiva electoral aparecen enfrentadas dos posiciones totalmente divergentes en cuanto a la concepción del Estado. Luisa González es la candidata del expresidente y mentor Rafael Correa y, por su lado, Daniel Noboa es hijo del empresario y varias veces candidato a la Presidencia de la República, Álvaro Noboa Pontón. Las encuestas electorales aparecen con datos bastante contradictorios, lo que hace que tengan poca credibilidad y que impere la confusión entre la gente que trata de vislumbrar cuáles serán los resultados que arrojen las urnas. Hay también un número considerable de indecisos que podría definir la victoria.

Por todas estas circunstancias se dice que Ecuador es el país de lo posible, y hasta se podría poner en plural eso de los posibles, porque la variabilidad de la decisión de las personas se siente hasta la víspera y aún en el final. Cualquier cosa puede ocurrir, desde la sombra de un fraude hasta la elección sin estridencias del presidente más joven de la historia, desde la ratificación de los pronósticos electorales de encuestadoras claramente direccionadas hasta la elección de la segunda mujer presidenta en la historia de Ecuador.

La historia política reciente del país, desde el regreso a la democracia luego de un período de dictaduras, comienza en el año 78 y se ha caracterizado por permanentes sobresaltos que, en ocasiones, han dado paso a cambios abruptos de gobierno, dejando traslucir inestabilidades y a veces también mudanzas inesperadas. La dolarización, en cambio, ha sido un factor de estabilidad en el campo económico. Ha protegido al país de caer en esa especie de tobogán peligroso al que se enfrentan otras naciones cuyos gobiernos se dejan tentar por la capacidad de emisión de moneda sin respaldo y se extreman los peligros de volatilidad cambiaria que dan paso a procesos inflacionarios desastrosos.

El ingrediente inédito hoy en la política ecuatoriana es el de la violencia, que se cobró la vida del candidato presidencial Fernando Villavicencio y de otros muchos ciudadanos que caen en medio del fragor de la lucha política, de los ajustes de cuentas, de un clima de temor que no se merecen quienes viven en este hermoso país, dueño de una gran diversidad y de enormes posibilidades para propios y para extraños. En el país de los posibles todo puede esperarse, como en una especie de lotería que apunta a los ganadores, pero ojalá no signifique la pérdida de las esperanzas y de los sueños de sus pobladores.

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